Los cuatro o cinco mayores líderes del mundo deberían ponerse de acuerdo en crear una fundación independiente que se encargase de buscar las mejores mentes del mundo y ponerlas a trabajar en organizar un plan para acabar con la pobreza del planeta.
La fundación organizará el modo de recoger las mejores ideas que surgieran de todos los países. Después orquestaría el modo de discriminar cuáles son las mejores. Y en última instancia se organizarían para formar un plan óptimo, objetivo y realista que respondiera a una pregunta: ¿cuál es el mejor modo de acabar con la pobreza en el mundo?
Hasta ahora todo este asunto ha estado en manos de políticos. La única institución válida que se puso manos a la obra fue Naciones Unidas. Pero cuando esta institución todavía estaba llena de entusiasmo, sus decisiones estaban lastradas por la división entre bloques. La más interesada en no acabar con la pobreza del mundo era la Unión Soviética: cuanto peor fueran las cosas, mejor para sus planes estratégicos.
Pero ahora es necesario que se determine qué es lo mejor que se puede hacer para acabar con la pobreza. Determinar qué es lo mejor no significa que mañana se pongan manos a la obra. Pero, al menos, todo el mundo tendrá claro qué es lo que hay que hacer.
Hay que dejar claro que el mayor obstáculo hoy día para luchar contra la pobreza son los gobiernos de esos países pobres. Eso es algo que no sólo hay que tener en cuenta, sino que ése es el gran problema. Si esa fundación se crease, no sólo habría que ir por fases, sino que incluso quizá habría que comenzar las cosas por sectores por países concretos. Concentrar la ayuda en naciones concretas, para que otras poblaciones presionen a sus gobiernos para que acepten planes de saneamiento que vayan a la raíz de los problemas.
La fundación organizará el modo de recoger las mejores ideas que surgieran de todos los países. Después orquestaría el modo de discriminar cuáles son las mejores. Y en última instancia se organizarían para formar un plan óptimo, objetivo y realista que respondiera a una pregunta: ¿cuál es el mejor modo de acabar con la pobreza en el mundo?
Hasta ahora todo este asunto ha estado en manos de políticos. La única institución válida que se puso manos a la obra fue Naciones Unidas. Pero cuando esta institución todavía estaba llena de entusiasmo, sus decisiones estaban lastradas por la división entre bloques. La más interesada en no acabar con la pobreza del mundo era la Unión Soviética: cuanto peor fueran las cosas, mejor para sus planes estratégicos.
Pero ahora es necesario que se determine qué es lo mejor que se puede hacer para acabar con la pobreza. Determinar qué es lo mejor no significa que mañana se pongan manos a la obra. Pero, al menos, todo el mundo tendrá claro qué es lo que hay que hacer.
Hay que dejar claro que el mayor obstáculo hoy día para luchar contra la pobreza son los gobiernos de esos países pobres. Eso es algo que no sólo hay que tener en cuenta, sino que ése es el gran problema. Si esa fundación se crease, no sólo habría que ir por fases, sino que incluso quizá habría que comenzar las cosas por sectores por países concretos. Concentrar la ayuda en naciones concretas, para que otras poblaciones presionen a sus gobiernos para que acepten planes de saneamiento que vayan a la raíz de los problemas.
En fin, cualquier cosa será mejor que seguir de espectadores ante tanto sufrimiento. Hay que hacer algo, hay que ponerse en marcha. No basta con lamentarse, hay que organizar una cruzada contra la pobreza mundial.
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