jueves, 14 de enero de 2016

Papa Francisco y la Familia: Ante el Bautismo


El Bautismo constituye la entrada al Pueblo de Dios, que hace discípulo y misionero a quien lo recibe, y tiene el encargado de llevar la fe por el mundo.

            Así como de generación en generación se transmite la vida, del mismo modo también de generación en generación, a través del renacimiento por el sacramento del Bautismo, se transmite la gracia, y, con esta gracia, el Pueblo cristiano camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición de Dios.

En virtud del Bautismo nosotros nos transformamos en discípulos misioneros, y estamos llamados a llevar el Evangelio en el mundo. Cada bautizado, cualquiera sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de todos, de todo el Pueblo de Dios, un nuevo protagonismo de los bautizados, de cada uno de los bautizados.

El Pueblo de Dios es un Pueblo discípulo, porque recibe la fe, y misionero, porque transmite la fe. Esto lo hace el Bautismo en nosotros: hace recibir la gracia. Y esta fe recibida, hay que transmitirla. Todos en la Iglesia somos discípulos y lo somos siempre, por toda la vida; y, todos somos misioneros, cada uno en el puesto que el Señor le ha asignado.

Todos: el más pequeño es también misionero y aquel que parece más grande es discípulo. Pero algunos de ustedes dirán: ‘Padre, los obispos no son discípulos, los obispos saben todo. El Papa sabe todo, no es discípulo’. Eh, también los obispos y el Papa deben ser discípulos, porque si no son discípulos, no hacen el bien, no pueden ser misioneros, no pueden transmitir la fe ¿Han entendido esto? Es importante, ¿eh? Todos nosotros: ¡discípulos y misioneros!”

Nadie se salva solo. Esto es importante. Somos comunidad de creyentes, y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos ‘canales’ de la gracia los unos para los otros, no obstante nuestros límites y nuestros pecados.

El Santo Padre concluyó su catequesis con la historia de la comunidad cristiana en Japón, que fue duramente perseguida a comienzos del siglo XVII:  Fueron numerosos los mártires, los miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No quedó en Japón ningún sacerdote, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró a la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento.

Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá lo bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar en circunstancias particulares. Cuando después de aproximadamente dos siglos y medio –250 años después– los misioneros volvieron a Japón, millares de cristianos salieron a la luz, y la Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo! Qué grande es esto, ¿no?

El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza a sus hijos y va adelante.

Esta comunidad había mantenido, bien en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había hecho y transformado en un sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados y escondidos, pero eran siempre miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de esta historia!... ¡Gracias!


                                                                                  Fernando

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