Seguro que alguna vez has oído,
pensado o utilizado la expresión esa de «Ojo por ojo, diente por diente». Una
de esas expresiones que te recordará a códigos de civilizaciones pasadas, pero
cuyo sentido sigue muy vigente en muchas relaciones cotidianas. No es difícil
encontrarla en su versión más negativa. Ya sabes, cuando se intenta devolver
puntillosamente el mal y el sufrimiento a la persona que lo ha ocasionado. Pero
sin duda es mucho más sutil cuando se adopta como criterio que regula y pone
muros a la generosidad. Y así, se corre el peligro de convertir el amor en una
ecuación matemática donde el resultado es un sucedáneo que nada tiene que ver
con la bondad. Un mezquino cálculo que nada tiene que ver con el amor
verdadero.
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