La
moneda de la vida tiene en una de sus caras la humildad, y en la otra la
confianza.
Cuando soy humilde y reconozco mi verdad, entonces confío en Dios.
Y
cuando confío en Dios, sabiendo que no puedo ni debo controlarlo todo, soy
humilde.
Voy
a poner en circulación esta moneda. Con ella puedo adquirir los bienes que
realmente valen la pena.
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