martes, 29 de marzo de 2016

EL MATRIMONIO: Una llamada que viene de Dios



           
El matrimonio es una manifestación de Dios, y es una llamada querida y explícita, que nos viene de Dios. Así que hemos pasado del matrimonio natural, al matrimonio desde Dios.  Decimos que  Dios es providente, y, que no abandona su obra más querida, tanto que, en el matrimonio,  lo transcendente se presenta y tiene lugar entre nosotros.

                        Esta su relación con nosotros es de Alianza. La Alianza, desde el Antiguo Testamento,  era  la unión que Dios tenía con su Pueblo, y era tan fuerte que no podía romper ni la muerte. Pues es lo que decimos del matrimonio. Y ¿cómo es esa  Alianza? Es de amor y diálogo, como sus dos aspectos más fundamentales.

            El matrimonio es una llamada de Dios a unos valores.

El matrimonio es una vocación, y como tal, una  llamada real,  no casual,  que se concreta en el conocimiento inicial de dos personas, y actúa uniendo a esas dos personas. Nos llama a través de otra persona, y esa es la concreción de Dios en mi vida, a modo de una mediación en la que Dios se manifiesta.
Esta llamada no se confunda con un “instante”, con un flechazo más o menos de película, porque es un proceso en desarrollo y diálogo, con un inicio ciertamente, pero que hay que seguir construyendo, día a día, y que concluirá medio minuto antes de expirar. Si no fuera así, sería una “alucinación”, no una vocación. Y como toda vocación es una búsqueda continua. Porque Dios llama sin excluir ni esclavizar, y lo hace a través de la aducción y del encanto. La percepción de estos valores está limitada por nuestro pecado. Estos valores surgen desde los “desiertos”… hasta encontrar a esa otra persona que sigue siendo, para cada uno de la pareja, valiosa en el tiempo.
            Esto es “gracia” … que se va desarrollando… que se van convirtiendo y concretando poco a poco… en actitud de esfuerzo… porque “la gracia es gratuita, pero no barata”… y, donde los valores se van descubriendo poco a poco…
            Nuestra sociedad secularizada…se deslumbra ante una belleza más o menos superficial… que como todo lo superficial es postizo… es como una careta,… y como tal no es Bella –con mayúsculas- … sino, es superficial.
            La Belleza es esplendor del amor de Dios que se difunde y manifiesta por la ausencia de interés… por la falta de toda obligación… de ahí que “la belleza no se pega”… Es expresión de uno mismo… Es reconocerse a sí mismo… La materia es bella no cuando es dócil al hombre, sino a Dios.
Contemplar es ver lo que tenemos delante, todo lo que Dios ha hecho, y, por ser hechura de Dios, es bello. Ante esa contemplación de las cosas de Dios, uno se hace “amoroso”. Dios se manifiesta a quienes estamos tocados por el deseo de Dios… La filocalia es el camino hacia la gloria, … hacia la transfiguración de Dios… es un deseo que no acaba nunca, y es creatividad, para descubrir mediante una mediación concreta: mi mujer, mi esposo. A través de vosotros dos… Dios se os descubre… a modo de un acontecimiento teológico.

Y esto se nos explica en diferentes relatos bíblicos, cuando leemos la Palabra, como en la introducción, en la teofanía,  en la objeción (que soy pobre,…nulo, egoísta… y al analizarlo… ¿cómo voy a meterme en esto? Pero el Señor nos dice: “yo estaré siempre contigo”… tenemos miedo, pero Él nos anima y dice “sí, quiere”… pero este sí, hay que irlo construyendo, profundizando y agrandando día a día …), en la promesa, … en el seguimiento,…
Los relatos bíblicos están para acercarnos a Dios, … se han producido en un espacio y tiempo determinados… la eternidad ( esto es Dios) penetra en nuestro tiempo, y  se introduce en nosotros.  Además, Jesús entra … y es el  responsable de lo que nos sucede, y … Dios hace fiesta.
Planifica el tiempo, y nosotros, al acogerlo, hacemos historia de salvación. Nosotros damos a luz a Dios, permanentemente. Y a su vez, nosotros generamos historia: somos historia concreta, pues Dios parte de nuestra realidad, y Dios la quiere. Y, al ser una llamada personal, la hace con diferencia y diversidad, a cada uno. No es pues, casual el encuentro de una pareja, … y nosotros lo celebramos.

Segundo tiempo: Teofanía, o manifestación de Dios.
En el Antiguo Testamento, Dios tiene la iniciativa. Se mostró en distintos momentos: en la “zarza ardiendo”, …  Y , en la plenitud de los tiempos, se manifestó a través de su Hijo Jesucristo, la Palabra, en Él se encontraba, y lo transforma.
            La vocación al matrimonio es la “aparición de Dios” a la pareja, y los dos son imagen y semejanza de Dios. Es un “sí” a la manifestación de Dios en nuestra vida. Esto no deja indiferentes a quienes lo experimentan:  “los llamados”  se sienten conmocionados. Los hace soñar lo imposible, como primer paso para hacerlo “posible”: un mundo nuevo unido en el amor… la pareja siente estupor, estremecimiento… ¡ante tanta maravilla!.

Tercer tiempo: el compartir, al estilo de Jesús. Es un estilo peculiar de vida, una nueva relación existencial… para “estar” en entrega… La finalidad de la vida de la pareja no es que nos apartemos del mundo,  sino vivir enraizados, y bien radicados, … vivir los dos juntos… estar en manos de Dios, … ser un lugar donde Dios se manifiesta.
                        Es “ser los dos una sola carne”, … es ser fecundos y formar comunidad… y, a través de Jesús ir a la “utopía”. Esa presencia de Dios, hace posible toda utopía que nos parecía inalcanzable.
            Ese abandono en Dios, es lo que hace posible que cualquier cosa sea posible: “Pues fuisteis lavados, santificados, justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1ª Cor.6, 11)

Cuarto: La objeción y la promesa de ayuda y signo:
            Las llamadas de Dios no son banales: en el A. T.: los profetas mostraban su incapacidad… como Moisés con su problema de habla…         La vocación surge, y se mantiene por la gracia de Dios. La vocación al matrimonio siempre la vemos amenazada por la fragilidad propia de la pareja. El cristiano ante la tribulación es un ser desencarnado: no puede poner la otra mejilla.
            Sin embargo, ante nuestra presumible incapacidad, llega la llamada de Dios, y Él proveerá: “Dios no siempre llama a los más capacitados, pero sí capacita  a los elegidos”. Dios no llama a los mirlos blancos, sino a personas, que , cuando aceptan, consiguen hacer posible, lo imposible. El “sí”, nuestro “sí”,  hay que renovarlo y decirlo “todos los días”.
            La pareja recibe el amor dual… recibe una gracia para lograr hasta lo imposible, poniéndonos en manos de Dios, para que lo haga posible.
            Y en la pareja hay signos claros que indican esa presencia de Dios. Y estos signos legitiman lo que somos para los demás.

Quinto: La llamada es signo de Dios en Cristo:
La llamada, … la vocación se tarda en descubrir… Pero si se vive desde la fe… se van reconociendo los dos… Si se integran en la comunidad creyente… se van descubriendo en el tiempo, pues, toda llamada está en proceso. En todas las vocaciones hay un espacio y un tiempo para ir descubriendo la vida desde la fe.
            Un paso más: cuando se hacen “procreadores”… pero esto no se limita sólo a los que tienen hijos, sino a todos,  porque también generarán vida desde la caridad… la generosidad se tiene que producir de todas las maneras … “darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre…”  Los hijos son aquellos a los que ayudas a que Dios se genere en ellos.  Esto puede parecer irrealizable, pero este ideal no puede faltar en toda forma de vida. El proceso formativo… las fases pastorales…merecieron por parte de Jesús  tantos elogios… “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”…

                                                                       Fernando

No hay comentarios:

Publicar un comentario