Esta
su relación con nosotros es de Alianza.
La Alianza, desde el Antiguo Testamento,
era la unión que Dios tenía con
su Pueblo, y era tan fuerte que no podía romper ni la muerte. Pues es lo que
decimos del matrimonio. Y ¿cómo es esa
Alianza? Es de amor y diálogo, como sus dos aspectos más fundamentales.
El
matrimonio es una llamada de Dios a unos
valores.
El
matrimonio es una vocación, y como
tal, una llamada real, no
casual, que se concreta en el
conocimiento inicial de dos personas, y actúa uniendo a esas dos personas. Nos
llama a través de otra persona, y esa es la concreción de Dios en mi vida, a
modo de una mediación en la que Dios se manifiesta.
Esta
llamada no se confunda con un “instante”, con un flechazo más o menos de
película, porque es un proceso en
desarrollo y diálogo, con un inicio ciertamente, pero que hay que seguir
construyendo, día a día, y que concluirá medio minuto antes de expirar. Si no
fuera así, sería una “alucinación”, no una vocación. Y como toda vocación es
una búsqueda continua. Porque Dios llama sin excluir ni esclavizar, y lo hace a
través de la aducción y del encanto. La percepción de estos valores está
limitada por nuestro pecado. Estos valores surgen desde los “desiertos”… hasta
encontrar a esa otra persona que sigue siendo, para cada uno de la pareja,
valiosa en el tiempo.
Esto
es “gracia” … que se va desarrollando… que se van convirtiendo y concretando
poco a poco… en actitud de esfuerzo… porque “la gracia es gratuita, pero no
barata”… y, donde los valores se van descubriendo poco a poco…
Nuestra
sociedad secularizada…se deslumbra ante una belleza más o menos superficial…
que como todo lo superficial es postizo… es como una careta,… y como tal no es
Bella –con mayúsculas- … sino, es superficial.
La
Belleza es esplendor del amor de Dios que se difunde y manifiesta por la
ausencia de interés… por la falta de toda obligación… de ahí que “la belleza no
se pega”… Es expresión de uno mismo… Es reconocerse a sí mismo… La materia es
bella no cuando es dócil al hombre, sino a Dios.
Contemplar
es ver lo que tenemos delante, todo lo que Dios ha hecho, y, por ser hechura de
Dios, es bello. Ante esa contemplación de las cosas de Dios, uno se hace
“amoroso”. Dios se manifiesta a quienes estamos tocados por el deseo de Dios…
La filocalia es el camino hacia la gloria, … hacia la transfiguración de Dios…
es un deseo que no acaba nunca, y es creatividad, para descubrir mediante una
mediación concreta: mi mujer, mi esposo. A
través de vosotros dos… Dios se os descubre… a modo de un acontecimiento
teológico.
Y
esto se nos explica en diferentes relatos bíblicos, cuando leemos la Palabra,
como en la introducción, en la teofanía,
en la objeción (que soy pobre,…nulo, egoísta… y al analizarlo… ¿cómo voy
a meterme en esto? Pero el Señor nos dice: “yo estaré siempre contigo”… tenemos
miedo, pero Él nos anima y dice “sí, quiere”… pero este sí, hay que irlo
construyendo, profundizando y agrandando día a día …), en la promesa, … en el
seguimiento,…
Los
relatos bíblicos están para acercarnos a Dios, … se han producido en un espacio
y tiempo determinados… la eternidad ( esto es Dios) penetra en nuestro tiempo,
y se introduce en nosotros. Además, Jesús entra … y es el responsable de lo que nos sucede, y … Dios
hace fiesta.
Planifica
el tiempo, y nosotros, al acogerlo, hacemos historia de salvación. Nosotros
damos a luz a Dios, permanentemente. Y a su vez, nosotros generamos historia:
somos historia concreta, pues Dios parte de nuestra realidad, y Dios la quiere.
Y, al ser una llamada personal, la hace con diferencia y diversidad, a cada
uno. No es pues, casual el encuentro de una pareja, … y nosotros lo celebramos.
Segundo tiempo: Teofanía, o
manifestación de Dios.
En
el Antiguo Testamento, Dios tiene la iniciativa. Se mostró en distintos
momentos: en la “zarza ardiendo”, … Y ,
en la plenitud de los tiempos, se manifestó a través de su Hijo Jesucristo, la
Palabra, en Él se encontraba, y lo transforma.
La
vocación al matrimonio es la “aparición de Dios” a la pareja, y los dos son
imagen y semejanza de Dios. Es un “sí” a la manifestación de Dios en nuestra
vida. Esto no deja indiferentes a quienes lo experimentan: “los llamados” se sienten conmocionados. Los hace soñar lo
imposible, como primer paso para hacerlo “posible”: un mundo nuevo unido en el
amor… la pareja siente estupor, estremecimiento… ¡ante tanta maravilla!.
Tercer tiempo: el compartir, al
estilo de Jesús. Es un estilo peculiar de vida, una nueva relación existencial…
para “estar” en entrega… La finalidad de la vida de la pareja no es que nos
apartemos del mundo, sino vivir
enraizados, y bien radicados, … vivir los dos juntos… estar en manos de Dios, …
ser un lugar donde Dios se manifiesta.
Es
“ser los dos una sola carne”, … es ser fecundos y formar comunidad… y, a través
de Jesús ir a la “utopía”. Esa presencia de Dios, hace posible toda utopía que
nos parecía inalcanzable.
Ese
abandono en Dios, es lo que hace posible que cualquier cosa sea posible: “Pues
fuisteis lavados, santificados, justificados en el nombre del Señor Jesucristo
y en el Espíritu de nuestro Dios” (1ª Cor.6, 11)
Cuarto: La objeción y la promesa de ayuda y
signo:
Las
llamadas de Dios no son banales: en el A. T.: los profetas mostraban su
incapacidad… como Moisés con su problema de habla… La
vocación surge, y se mantiene por la gracia de Dios. La vocación al matrimonio
siempre la vemos amenazada por la fragilidad propia de la pareja. El cristiano
ante la tribulación es un ser desencarnado: no puede poner la otra mejilla.
Sin embargo, ante nuestra
presumible incapacidad, llega la llamada de Dios, y Él proveerá: “Dios no
siempre llama a los más capacitados, pero sí capacita a los elegidos”. Dios no llama a los mirlos
blancos, sino a personas, que , cuando aceptan, consiguen hacer posible, lo
imposible. El “sí”, nuestro “sí”, hay
que renovarlo y decirlo “todos los días”.
La
pareja recibe el amor dual… recibe una gracia para lograr hasta lo imposible,
poniéndonos en manos de Dios, para que lo haga posible.
Y
en la pareja hay signos claros que indican esa presencia de Dios. Y estos
signos legitiman lo que somos para los demás.
Quinto: La llamada es signo de Dios en Cristo:
La
llamada, … la vocación se tarda en descubrir… Pero si se vive desde la fe… se
van reconociendo los dos… Si se integran en la comunidad creyente… se van
descubriendo en el tiempo, pues, toda llamada está en proceso. En todas las
vocaciones hay un espacio y un tiempo para ir descubriendo la vida desde la fe.
Un
paso más: cuando se hacen “procreadores”… pero esto no se limita sólo a los que
tienen hijos, sino a todos, porque
también generarán vida desde la caridad… la generosidad se tiene que producir
de todas las maneras … “darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre…” Los hijos son aquellos a los que ayudas a que
Dios se genere en ellos. Esto puede
parecer irrealizable, pero este ideal no puede faltar en toda forma de vida. El
proceso formativo… las fases pastorales…merecieron por parte de Jesús tantos elogios… “lo que Dios ha unido que no
lo separe el hombre”…
Fernando
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