Ayer dijimos
adiós a nuestro querido Chema, amigo y compañero durante muchos años en nuestro
Equipo 15.
Con profundo
dolor por esta separación, te dedicamos estas líneas desde nuestro corazón.
Descansa
Chema; descansa en las manos que, por ser tan grandes sólo pueden ser las manos
de Dios.
Vive; vive en
aquella ciudad que -sin penas ni tristezas- sólo puede ser la Ciudad de Dios.
Espera;
espera el último día, pues por estar ya dormido para ti será un pronto despertar.
Ora; ora por
los que aquí quedamos, sobre todo por tu querida Angelines, pues bien sabemos
que, nuestra hora, es hora incierta, nuestro mañana, un tanto inseguro y
nuestra fragilidad brota por los cuatro costados.
Descansa
hermano, descansa; viviste y, Dios, te guió con mano providente.
Sufriste: pero ¿quién sabe si
ahora no estarás descubriendo la otra cara de esa sufrida moneda?
Lloraste; pero hoy con el pañuelo amoroso del Padre te sientes reconfortado
y consolado.
Amaste; y
como un gran capital que nunca decrece, presentas las buenas acciones de tu
ser, los detalles de tanta delicadeza repartida, la suavidad de las palabras
que no quisieron herir, la prudencia de los silencios que fueron tu baluarte.
Sí, hermano,
descansa en las manos de Dios. Porque, en el camino que Cristo te enseñó, intentaste
llevar una vida sencilla y honesta.
Descansa Chema y pide por nosotros ya
que un día junto a ti también estaremos en espera de la resurrección final.
J. y C.
Equipo 15
Gracias por esta cristiana evocación que es perfecta y compartimos todos los que hemos disfrutado de la amistad de Chema,
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