lunes, 17 de abril de 2017

Papa Francisco y la Familia: El Sacramento de la Reconciliación


El confesor es, él mismo, un pecador, un hombre siempre necesitado de perdón, y debe tener siempre una actitud de fe humilde y generosa, teniendo como único deseo, que todo fiel pueda experimentar el amor del Padre.
Por su parte,  el fiel arrepentido, después de recibir la absolución del sacerdote, tiene la certeza, por fe, de que sus pecados no existen más, han sido borrados por la divina misericordia.
Así, cada absolución es, de cierta manera, un jubileo del corazón, que alegra no solo al fiel y a la Iglesia, sino sobre todo a Dios mismo.
              Tengo que insistir y hago hincapié en la importancia de que el sacerdote sea “un canal de alegría”,  y de que el fiel, después de haber recibido el perdón, no se sienta más oprimido por las culpas, y pueda mostrar la obra de Dios que lo ha liberado.
Tengo de denunciar que la actualidad está marcada por el individualismo, y es necesario estar junto a las personas. Comporta la obligación todavía mayor de coherencia evangélica y de benevolencia paterna.
La celebración de este Sacramento requiere, en efecto, una adecuada y actualizada preparación para que, cuantos se acerquen, puedan tocar con la mano, la grandeza de la misericordia, fuente de verdadera paz interior.
       La misericordia, antes de ser una actitud o una virtud humana, es la elección definitiva de Dios a favor de todo ser humano para su eterna salvación. Se trata de una elección sellada con la sangre del Hijo de Dios.
Hay que recordar que la posibilidad del perdón está de verdad abierta a todos, está abierta de par en par, como la más grande de las puertas santas, para que coincida con el corazón mismo del Padre, que ama y atiende a todos sus hijos, de modo particular a aquellos que se han equivocado y que se han alejado.
La misericordia puede llegar de diferentes formas: A través de la apertura de una conciencia sincera; por medio de la lectura de la Palabra de Dios que convierte el corazón; mediante un encuentro con una hermana o un hermano misericordioso; en las experiencias de la vida que hablan de heridas, de pecado, de perdón y de misericordia.
Y gracias a Jesús, se puede pasar, de la esperanza, a la certeza de sentirse perdonado. Y es muy importante, la actitud que debe tener un sacerdote cuando confiesa.
               Debemos siempre recordar que somos instrumentos de la misericordia de Dios para ellos, entonces, estemos atentos a no poner obstáculo a este donde de salvación.

                                               Fernando

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