El confesor es, él mismo, un pecador, un hombre siempre
necesitado de perdón, y debe tener siempre una actitud de fe humilde y
generosa, teniendo como único deseo, que todo fiel pueda experimentar el amor
del Padre.
Por su parte, el
fiel arrepentido, después de recibir la absolución del sacerdote, tiene la
certeza, por fe, de que sus pecados no existen más, han sido borrados por
la divina misericordia.
Así, cada absolución es, de cierta manera, un
jubileo del corazón, que alegra no solo al fiel y a la Iglesia, sino sobre
todo a Dios mismo.
Tengo que insistir y hago
hincapié en la importancia de que el sacerdote
sea “un canal de alegría”, y de que el fiel, después de haber recibido el
perdón, no se sienta más oprimido por las culpas, y pueda mostrar la obra
de Dios que lo ha liberado.
Tengo de denunciar
que la actualidad está marcada por el individualismo, y es necesario estar junto a las personas. Comporta la
obligación todavía mayor de coherencia evangélica y de benevolencia paterna.
La celebración de
este Sacramento requiere, en efecto, una adecuada y actualizada preparación para que, cuantos se
acerquen, puedan tocar con la mano, la grandeza de la misericordia, fuente de
verdadera paz interior.
La
misericordia, antes de ser una actitud o una virtud humana, es la elección definitiva de Dios a favor
de todo ser humano para su eterna salvación. Se trata de una elección
sellada con la sangre del Hijo de Dios.
Hay que recordar
que la posibilidad del perdón está de
verdad abierta a todos, está abierta de par en par, como la más grande de
las puertas santas, para que coincida con el corazón mismo del Padre, que ama y
atiende a todos sus hijos, de modo particular a aquellos que se han equivocado
y que se han alejado.
La misericordia
puede llegar de diferentes formas: A
través de la apertura de una conciencia sincera; por medio de la lectura de la
Palabra de Dios que convierte el corazón; mediante un encuentro con una hermana
o un hermano misericordioso; en las experiencias de la vida que hablan de
heridas, de pecado, de perdón y de misericordia.
Y gracias a Jesús, se puede pasar, de la esperanza, a
la certeza de sentirse perdonado. Y es muy importante, la actitud que debe
tener un sacerdote cuando confiesa.
Debemos siempre recordar que
somos instrumentos de la misericordia de Dios para ellos, entonces, estemos
atentos a no poner obstáculo a este donde de salvación.
Fernando
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