En el Carmelo Descalzo también tenemos que
recordar de manera especial a una de las hijas más queridas de Teresa de Jesús,
a María de San José (Salazar). Esta intrépida carmelita descalza, entre otras,
fue la fiel transmisora del carisma teresiano con sus escritos y vida. Nació en
1548 (posiblemente en Toledo) y por seguir el ideal teresiano murió desterrada
en el convento de Cuerva (Toledo) un 19 de octubre de 1603. María de San José
fue la primera priora de esta comunidad tan querida por Teresa de Jesús. Este
doble tesoro de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús (la descripción de
María de San José y el cuadro de fr. Juan de la Miseria ) A ello hay que
sumar que la misma María de San José, Teresa de Jesús y Sevilla son tres
nombres que no pueden separarse ni olvidarse al hablar del Carmelo Descalzo.
Era esta santa de mediana estatura,
antes grande que pequeña, Era gruesa más que flaca y en todo bien
proporcionada. El cuerpo, algo abultado, fornido, todo el muy blanco y limpio,
suave, cristalino, que tuvo en alguna
manera parecía transparente. El rostro, no nada común, no se puede decir
redondo ni aguileño; los tercios de él iguales, la color de él , blanca y
encarnada, especialmente en las mejillas, donde parece se veía la sangre
mezclada con la leche. Tenia el cabello negro, limpio, reluciente y blandamente
crespo. La frente, ancha, igual y muy
hermosa. Las cejas algo gruesas, de color rubio oscuro con poca semejanza de
negro; el pelo, corto, y ellas largas y pobladas, no muy en arco, sino algo
llanas. Los ojos, negros, vivos, redondos, no muy grandes, más bien puestos y
un poco papajados; en riéndose, se reían todos y mostraban alegría, y por otra
parte muy graves cuando ella quería mostrar gravedad. La nariz, bien sacada,
más pequeña que grande, no muy levantada de en medio, y en derecho de los lagrimales, para arriba,
disminuida hasta igualar con las cejas, formando un apacible entrecejo; la
punta redonda y un poco inclinada para abajo; las ventanas arqueaditas y
pequeñas, y toda ella no muy desviada del rostro. La boca, ni grande ni
pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; el de abajo, grueso y un poco
caído, de muy linda gracia y color. Los dientes, iguales y muy blancos. La
barba bien formada. Las orejas, pequeñas y bien hechas. La garganta, ancha,
blanca y no muy alta, sino antes metida un poco. Tenía muy lindas manos, aunque
pequeñas y los pies, muy lindos y muy proporcionados; en el rostro, al lado izquierdo,
tres lunares levantados como verrugas pequeñas, en derecho unos de otros,
comenzando desde abajo de la boca el que mayor era, y el otro entre la boca y
nariz, y el último en la nariz, más cerca de abajo que de arriba. Daba gran
contento mirarla y oírla porque era my apacible y graciosa en todas sus
palabras y acciones. Tenía particular aire y gracia en el andar, en el hablar,
en el mirar y en cualquier acción o ademán que hiciese o cualquier manera de
semblante que mostrase. La vestidura o ropa que traia, aunque fuese el pobre
hábito de sayal de su Orden, y un harapo
viejo y remendado que se vistiese, todo le caía muy bien. Era en
todo perfecta como se ve por un retrato que al natural sacó fray Juan de la Miseria , un religioso
nuestro.
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