En un banco del parque se encontró con un anciano que contemplaba las palomas que picoteaban las migajas de pan que él les arrojaba.
El niño se sentó junto a él y se puso a comer su merienda. Al observar que el anciano le miraba le dió uno de sus dulces. Él agradecido lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció entonces uno de sus pastelillos. De nuevo él le sonrió. El niño estaba encantado, y se quedó un buen rato junto a él.
Cuando ya se iba de vuelta a casa, tras dar los primeros pasos, se detuvo, corrió hacia el anciano y le dio un abrazo. Él después de abrazarlo, le dedicó la más grande sonrisa de su vida.
Al llegar el niño llegó a su casa, su madre quedó sorprendida de la cara de felicidad que traía. Entonces le preguntó: -"Hijo, ¿qué has hecho hoy que te encuentro tan feliz?". El niño le contestó:"¡Hoy he merendado con Dios!"... Y antes de que su madre reaccionara, añadió: -"Y ¿sabes? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que nunca he visto!"
Mientras tanto, el anciano, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido de la expresión de paz que reflejaba en su cara, y le preguntó: -"Papá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz?“. El anciano le contestó: -"¡Comí pastelitos de chocolate con Dios, en el parque!" ...
MORALEJA
Con frecuencia, no damos importancia al poder de una sonrisa sincera, de una palabra de aliento, de un gesto solidario, de un oído que escucha, de un cumplido sincero, de un abrazo. Y todos esos detalles tienen el mágico poder de cambiar tu vida o la de los demás.
“El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:16
Alejandro Córdoba
Qué bonito. ¡Cómo llega al alma! Nosotros, los de equipos, tenemos al mismo Dios a nuestro lado, es nuestro esposo o nuestra esposa: hoy voy a comer con Dios. ¿seré capaz de poner la misma sonrisa que Dios? Seguro que sí. ¡¡Qué suerte!!
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