Toda
sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos
sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor
vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la
atención al pueblo. A eso han sido invitados y llamados, quienes son
representantes del pueblo en el poder legislativo
Se
trata, pues, de una tarea que me recuerda la figura de Moisés, en una doble perspectiva.
Por un lado, el Patriarca y legislador del Pueblo de Israel simboliza la
necesidad que tienen los pueblos de mantener
la conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Por otra parte,
la figura de Moisés nos remite directamente a Dios y por lo tanto a la dignidad trascendente del ser humano.
Moisés nos ofrece una buena síntesis de su labor: ustedes, los políticos están
invitados a proteger, por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por
Dios en cada vida humana.
El
pueblo, al que representan, lucha cada día para trabajar honradamente, para
llevar el pan a su casa, para ahorrar y –poco a poco– conseguir una vida mejor
para los suyos; no se resigna solamente a pagar sus impuestos, sino que –con su
servicio silencioso– sostiene la convivencia, y crea lazos de solidaridad por
medio de iniciativas espontáneas pero también a través de organizaciones que
buscan paliar el dolor de los más necesitados.
Me
gustaría dialogar con tantos abuelos que
atesoran la sabiduría forjada por los años e intentan de muchas maneras,
especialmente a través del voluntariado, compartir sus experiencias y
conocimientos. Sé que son muchos los que se jubilan pero no se retiran; siguen
activos construyendo esta tierra. Me gustaría dialogar con todos esos jóvenes que luchan por sus deseos nobles y
altos, que no se dejan atomizar por las ofertas fáciles, que saben
enfrentar situaciones difíciles, fruto muchas veces de la inmadurez de los
adultos.
Construir un futuro de libertad exige
amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad y
solidaridad.
Todos
conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El mundo
es cada vez más un lugar de conflictos
violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el
nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de que ninguna religión es
inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico.
Esto
nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole
religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre
de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo,
proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el
que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede generarse una tentación a la
que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide
la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y
pecadores.
El
mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros,
nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer
liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando
el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es
la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No.
Nuestra
respuesta, en cambio, es de esperanza y
de reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar
nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y económicas que
abundan hoy. También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras
y acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en
devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los
compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y de los pueblos.
Ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu de fraternidad y solidaridad,
cooperando con entusiasmo al bien común.
Pido
a nuestro Padre que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha
permitido, a muchos, soñar. Que Dios los bendiga.
Fernando
Toda sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados y llamados, quienes son representantes del pueblo en el poder legislativo
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