viernes, 27 de enero de 2017

Papa Francisco y la Familia; ante la unidad de los cristianos



En la pasada semana de oración por la unidad de los cristianos, se nos ha invitado insistentemente a pedir perdón por el pecado de nuestras divisiones y a confiar en la misericordia de Dios para lograr la ansiada unidad.
            La unidad es un don de la misericordia de Dios Padre: por lo que debemos tener bien presente que no puede haber una auténtica búsqueda de la unidad de los cristianos sin un confiarse plenamente a la misericordia del Padre.
            En ese sentido, en primer lugar, invita a que pidamos perdón por el pecado de nuestras divisiones, que son una herida abierta en el Cuerpo de Cristo. Como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Católica, quiero invocar misericordia y perdón por los comportamientos no evangélicos de parte de los católicos ante los cristianos de otras Iglesias.
Al mismo tiempo, invito a todos los hermanos y hermanas católicos a perdonar, si hoy o en el pasado, han sido ofendidos por otros cristianos. No podemos cancelar lo que ha sido, pero no queremos permitir que el peso de los pecados del pasado continúe contaminando nuestras relaciones. La misericordia de Dios renovará nuestras relaciones.
            Podemos avanzar en el camino hacia la comunión plena y visible entre los cristianos no sólo cuando nos acercamos los unos a los otros, sino sobre todo en la medida en que nos convertimos al Señor, que por su gracia nos elige y nos llama a ser sus discípulos.
Convertirse, significa dejar que el Señor viva y trabaje en nosotros. Por este motivo, cuando los cristianos de diferentes Iglesias escuchan juntos la Palabra de Dios y tratan de ponerla en práctica, cumplen pasos verdaderamente importantes hacia la unidad. Y no sólo la llamada nos une; también compartimos la misma misión: anunciar a todos las maravillosas obras de Dios.
            Recordemos que el ministerio de San Pablo se funda en la sobreabundante misericordia de Dios, que nos conduce a la salvación es Jesucristo, nuestro Señor, el rostro misericordioso del Padre.
            En la oración de Jesús, pidió a Dios “que todos sean uno (…) para que el mundo crea”. Aquí ante la tumba de san Pablo, apóstol y mártir, custodiada en esta espléndida Basílica, sentimos que nuestra humilde petición es apoyada por la intercesión de la multitud de mártires cristianos de ayer y de hoy.
Pensemos que las persecuciones de cristianos en Medio Oriente y África, nos hablan de cierto “ecumenismo de sangre”, ya que los mártires han respondido con generosidad a la llamada del Señor, han dado testimonio fiel, -con su vida-, de las maravillas que Dios ha cumplido por nosotros, ya experimentan la plena comunión en la presencia de Dios Padre, y estamos seguros de que también interceden por esta unidad de los cristianos.   

Fernando

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