En los
tiempos que corren, oímos algunas veces aquello de…” no te preocupes, da lo
mismo”… “todo es igual”… “todo vale”…y hasta el claro: “mira, es que todo es
relativo, porque…” y se cuenta el chascarrillo o la anécdota fácil como
argumento definitivo.
Duele oír esto a los jóvenes, porque
es una clara invitación a dejar las cosas como están, a no intentar superarse,
a quedarse en la medianía, a no querer sobresalir o buscar a la excelencia, y
además, porque “los ´otros compañeros´ me van a hacer la vida imposible”, …
Poco a poco, vamos viendo cómo el
joven ya no se deja orientar o ayudar, va creando su propio mundo, y poco más
adelante, empieza a justificar y enaltecer, hasta el máximo, la libertad individuad
del hombre, su ser hombre “libre”, esto es, hacer “lo que me venga en gana”.
Evidentemente, Dios deja de contar para él; sólo le importe él mismo, su propia
realidad humana; para él, cada vez de manera más firme, el hombre es el
auténtico ser supremo; y Dios desaparece de su vida, ¡Dios ya no me interesa!
¡fuera!.
Entonces, el hombre es quien
decide cómo debe actuar y su conciencia es la autoridad moral suprema, en el terreno
ético. Pero, descubre también, que, al no ser el único individuo existente, su
libertad individual si quiere ser efectiva, debe acomodarse a la libertad de
los demás. Por lo que la voluntad popular, expresada en el Parlamento de la
Nación, es la que decide lo que está bien y lo que está mal, así que puede
suceder que ese bien y ese mal sean realidades cambiantes…
Esto es especialmente visible en
el campo de la sexualidad. El matrimonio, en principio con el deseo de ser permanente,
deja de ser una unión estable, y poco a poco, pasa a ser algo que dura mientras
lo desea uno de los contrayentes. El aborto se transforma, de ser un delito y
un crimen abominable, a ser un derecho de la mujer. La unión entre dos
homosexuales no es una simple unión sino que adquiere la categoría de
matrimonio. La fornicación es un derecho del niño, del joven y de cualquiera,
porque el fin de la sexualidad es el placer y él o ella tienen sus órganos
sexuales para usarlos cuando y como les venga en gana, evitando, eso sí, las
enfermedades venéreas y los embarazos.
Estamos ante la justificación y
la práctica de un libertinaje en el terreno sexual que está arruinando muchas
vidas, impidiéndolas el acceso a la madurez que se requiere para poder tener, más
adelante, una familia estable.
Igualmente, en el plano de lo
social y político, la libertad ciudadana se elimina, porque lo que está bien o está
mal depende de la voluntad y de lo que establece el Partido dominante. Y como
hay disciplina de Partido, depende de lo que deciden sus máximos dirigentes.
Así que, el ser humano queda privado de sus libertades y derechos al ser éstos
una concesión graciosa del Estado.
La cosa sigue más. La fornicación
es la cópula carnal fuera del matrimonio. Se exalta la espontaneidad como
un valor, pero en realidad se deja vía libre a los instintos, trivializando la
sexualidad y banalizando el amor hasta el límite de la degradación personal en
las relaciones. Todo se deja al remedio de la utilización de preservativos o de
la píldora del día después. La liberalización de las costumbres, por la
creciente desconexión entre sexo y procreación, y la disminución del factor
religioso, así como la continua incitación a la práctica genital sin compromiso
hacia el otro, hacen que los adolescentes sean cada vez más precoces.
Por otro lado, el adolescente,
como consecuencia de tantos estímulos sexuales que tienen para él un gran peso,
unidos al temor a no ser normal en su vida sexual, muy pronto tiene sus
primeras relaciones sexuales genitales con el propio o el otro sexo. Es que
además, el joven piensa, por lo que oye a sus compañeros a una determinada edad,
que es preciso tener o haber tenido ya relaciones sexuales. Así que se reduce
la edad de la madurez sexual, y se altera el proceso normal de maduración, y
empiezan a aparecer desequilibrios de personalidad.
Es sabido que quien se orienta
prematuramente hacia una vida sexual genital difícilmente podrá llegar a una
síntesis válida entre madurez y sexualidad. Es sabido que la fornicación,
rechazable en cualquier edad de la vida, es expresión de inmadurez afectiva; y la
persona que la practica, le va a ser más difícil en el futuro mantener
relaciones personales estables con una persona del otro sexo.
Sabemos que el auténtico amor
supone madurez y compromiso. En cambio, la mayoría de los jóvenes con relaciones sexuales precoces
tienen carencias afectivas. Vemos cómo, en la adolescencia y juventud, no es
frecuente la pareja estable. Si se produce una relación sexual, es prematura, y
no suele ser premeditada; sucede que, muchas veces, viene favorecida por la
ingestión de alcohol o de drogas, que disminuyen la capacidad de elección y
decisión del sujeto, dificultan el razonar y desinhiben a las personas. Esto
lleva a altas tasas de embarazos y de enfermedades venéreas, Y las adolescentes
son el grupo de población que utiliza más los métodos postcoitales, con
frecuencia abortivos, lo que origina traumas psíquicos y físicos, a veces
irreparables. Esto pasa, con más frecuencia, entre aquéllas que por pobreza,
marginación o malos resultados académicos no han superado un determinado umbral
de maduración psicológica, ni han logrado interiorizar una educación adecuada.
Si el encuentro sexual es tan solo una búsqueda egocéntrica, impulsiva, esta persona ya no la siente como entrega y aceptación del otro, y menos, pensar en plantear su vida futura como un proyecto amoroso y de fidelidad, a largo plazo.
Aún podríamos avanzar más datos
negativos, consecuencia de ese relativismo y de la ausencia de principios
sólidos sobre el respeto y la estima sobre uno mismo. Hemos de beber en fuentes
más sanas y definitivas: Somos persona, con unos derechos inalienables y
anteriores al Estado. La sexualidad es parte esencial de nuestra persona y de
nuestro cuerpo, y estamos destinados para servir a nuestro bien y al de los que
nos rodean. San Pablo en 1 Cor 6, 13, se expresó muy claro: “el cuerpo no es
para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo”, y está
destinado a la Resurrección. Más aún: Él, con su Redención, nos ha hecho “hijos
de Dios”: ¡ahí es ná!
Fernando
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