Hay
palabras que es mejor no decir. Porque
no hacen falta. Porque juzgan sin intentar comprender. Porque son falsas.
Palabras de maledicencia o de crítica injusta, de chismorreo y de condena.
Palabras innecesarias, o cháchara para llenar silencios que asustan. Palabras
de burla que ignoran el dolor del débil. Palabras que apuñalan por la espalda.
Es mejor callar aquello en lo que sabemos que no estamos siendo honestos, o
aquello que no diríamos en persona. Aquello que levanta muros y genera
desconfianzas y fracturas. Es mejor callar lo que envenena los sueños y marchita las vidas.
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