Anda
lleno el mundo de dobles raseros, de palabras sin respaldo en las obras, o de
gente que dice una cosa y hace la contraria. Ocurre mucho. Vemos a un político
que proclama con grandilocuencia una conducta, y luego se le descubre otra.
Descubrimos, con dolor, que un hombre de iglesia que predica el evangelio,
luego resulta ser un abusador o un manipulador. Vemos, en lo cotidiano, que hay
gente que canta el amor y vive desde un egoísmo radical. Hay quien habla de
justicia, de compromiso o de sensibilidad con el medio ambiente, y sin embargo
a base de viajes deja una huella ecológica que es visible desde el espacio, sin
siquiera pensar en ello o buscar alternativas. El evangelio nos ayuda a vivir
la coherencia, si dejamos que sus historias nos iluminen y nos provoquen.
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