Es importante que este año
jubilar esté unido, ante todo, al Sacramento
de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía, en donde
realizamos nuestra profesión de fe, y reflexionamos sobre su Misericordia.
He
pedido –nos dice el Papa- que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la
riqueza contenida en las obras de
misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia,
en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús
mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas
obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar, fruto del acontecimiento
mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.
Para
los enfermos y las personas ancianas
y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa, será de gran ayuda
vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que
en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para
dar sentido al dolor y a la soledad, al vivir con fe y gozosa esperanza este
momento de prueba.
Uno de los graves problemas de
nuestro tiempo es, ciertamente, la acogida de una nueva vida. Algunos viven el drama del aborto con una consciencia
superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de
ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una
derrota, consideran no tener otro camino por dónde ir. Pienso, de forma especial,
en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los
condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama
existencial y moral. He encontrado a
muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida
y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de
comprenderlo en su verdad es el primer paso para no perder la esperanza. El
perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo
cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener
la reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a
todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión
contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han
practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se
deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina
acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar
un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y
generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.
Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación
de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía,
destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una
pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente
integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos
ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de
quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar
la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su
pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de
la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los
corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.
Fernando
No hay comentarios:
Publicar un comentario