«No
queremos que sea lo mismo de siempre», nos repetimos una y otra vez cuando
llegan estas fechas. Intentamos vivir este tiempo con autenticidad y no
claudicar en el ruido luminoso de la ciudad y en sus mensajes digitales. Aunque
el ímpetu de la corriente a veces supera nuestras fuerzas. Pero un año más la
ternura llama a nuestra puerta como lo hizo a la de María. Quizás no venga como
la sabida ternura de postal y ríos de papel de plata. Quizás venga como una
ternura recia, incómoda, de compromisos y manos refugiadas y encallecidas; una
ternura que nos haga removernos en el sillón porque lo profundo de estos días
pasa por descubrir que esta frágil ternura, si la dejamos, llama de nuevo a
nuestra puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario