miércoles, 2 de diciembre de 2015

Papa Francisco y la Familia… Ante la Unción de los enfermos


Conviene tener claro que el Papa nos habla del sacramento de la “Unción de los Enfermos”, y no de la antigua expresión “Extremaunción”.

Primeramente, este sacramento se entiende con el relato bíblico del Buen Samaritano que cuida al hombre que ha sido robado, golpeado y abandonado en medio del camino, y que luego lo lleva a que sea cuidado en un albergue, que representa a la Iglesia,  que como “comunidad cristiana, somos nosotros, a los cuales cada día el Señor Jesús nos confía a aquellos que están afligidos, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos continuar derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y su salvación”.

Sabemos que toda persona mayor de 65 años puede recibir el sacramento, en el que “es Jesús quien se acerca. Pero, cuando hay un enfermo, en casa o en el hospital, se piensa: - ‘Llamemos al cura, al sacerdote para que venga. -No, no, porque trae mala suerte,… entonces… -no, no lo llamamos’, o, … -´se asustará el enfermo’. ¿Por qué? Porque existe un poco la idea de que, cuando hay un enfermo y viene el sacerdote, después de él, llega la pompa fúnebre: y eso no es verdad, ¡eh!”
“El sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano: por esto es tan importante la visita del sacerdote a los enfermos. Llamarlo: ‘hay un enfermo,… venga, dele la unción, bendígalo’. Porque es Jesús quien llega para aliviarlo, para darle fuerza, para darle esperanza, para ayudarlo. También –lo más importante- para perdonarle los pecados. ¡Y esto es hermoso!”

El Papa nos insta además, a no pensar que “esto sea un tabú, porque siempre es hermoso saber que, en el momento del dolor y de la enfermedad, nosotros no estamos solos: el sacerdote y aquellos que están presentes durante la Unción de los Enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo, con Jesús, se estrecha entorno a quien sufre y a sus familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza, y apoyándolos con la oración y el calor fraterno”.
“Pero el consuelo más grande deriva del hecho de que, el que se hace presente en el Sacramento es el mismo Señor Jesús, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos, Él, y nos recuerda que ya le pertenecemos y que nada –ni siquiera el mal y la muerte– podrá nunca separarnos de Él”.

Finalmente, el Papa Francisco nos exhorta a tener “esta costumbre de llamar al sacerdote, porque a nuestros enfermos –no digo los enfermos de gripe, de tres o cuatro días, sino cuando es una enfermedad seria– y también a nuestros ancianos, que venga y les dé este Sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesús para seguir adelante. ¡Hagámoslo así! Gracias”.

                                                                                                                             Fernando

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