Conviene tener claro que el Papa nos habla del sacramento de la “Unción
de los Enfermos”, y no de la antigua expresión “Extremaunción”.
Primeramente, este sacramento se entiende con el relato bíblico del
Buen Samaritano que cuida al hombre que ha sido robado, golpeado y abandonado
en medio del camino, y que luego lo lleva a que sea cuidado en un albergue, que
representa a la Iglesia, que como “comunidad
cristiana, somos nosotros, a los cuales cada día el Señor Jesús nos confía a
aquellos que están afligidos, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos
continuar derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y su
salvación”.
Sabemos que toda persona mayor de 65 años puede recibir el sacramento, en
el que “es Jesús quien se acerca. Pero, cuando hay un enfermo, en casa o en
el hospital, se piensa: - ‘Llamemos al cura, al sacerdote para que venga. -No,
no, porque trae mala suerte,… entonces… -no, no lo llamamos’, o, … -´se
asustará el enfermo’. ¿Por qué? Porque existe un poco la idea de que, cuando
hay un enfermo y viene el sacerdote, después de él, llega la pompa fúnebre: y
eso no es verdad, ¡eh!”
“El
sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano: por esto es tan importante
la visita del sacerdote a los enfermos. Llamarlo: ‘hay un enfermo,… venga, dele
la unción, bendígalo’. Porque es Jesús quien llega para aliviarlo, para darle
fuerza, para darle esperanza, para ayudarlo. También –lo más importante- para
perdonarle los pecados. ¡Y esto es hermoso!”
El Papa nos insta además, a no pensar que “esto sea un tabú, porque
siempre es hermoso saber que, en el momento del dolor y de la enfermedad,
nosotros no estamos solos: el sacerdote y aquellos que están presentes durante
la Unción de los Enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana
que, como un único cuerpo, con Jesús, se estrecha entorno a quien sufre y a sus
familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza, y apoyándolos con la
oración y el calor fraterno”.
“Pero el consuelo más grande
deriva del hecho de que, el que se hace presente en el Sacramento es el mismo
Señor Jesús, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos,
Él, y nos recuerda que ya le pertenecemos y que nada –ni siquiera el mal y la
muerte– podrá nunca separarnos de Él”.
Finalmente, el Papa Francisco nos exhorta a tener “esta costumbre
de llamar al sacerdote, porque a nuestros enfermos –no digo los enfermos de
gripe, de tres o cuatro días, sino cuando es una enfermedad seria– y también a
nuestros ancianos, que venga y les dé este Sacramento, este consuelo, esta
fuerza de Jesús para seguir adelante. ¡Hagámoslo así! Gracias”.
Fernando
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