jueves, 3 de diciembre de 2015

Papa Francisco y la Familia: Ante la Iglesia como la Familia de Dios.


Vayamos a la parábola del Hijo Pródigo, o mejor dicho, del Padre Misericordioso (Lc 15,11-32). El hijo más joven sale de la casa de su padre, dilapida todo y decide volver porque se da cuenta de que cometió un error, pero ya no se considera digno de ser hijo, y piensa poder ser recibido de nuevo, pero como un siervo. El padre, en cambio, corre a su encuentro, lo abraza, le devuelve su dignidad de hijo y lo celebra.
El Señor nos quiso mostrar con esta parábola, el designio de Dios sobre nosotros.
¿Cuál es ese proyecto de Dios? Es hacer de todos nosotros una única familia de sus hijos, en la que cada uno se sienta cerca, y amado por Él, que sienta el calor de ser la familia de Dios. En este gran proyecto encuentra su origen la Iglesia, que nace precisamente de este plan de amor, que se va desarrollando progresivamente en la historia.
La Iglesia pues, nace de la voluntad de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad; es más, a participar, como sus hijos, en su misma vida divina. La misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa "convocatoria": Dios nos convoca, nos invita a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos  y nos llama a ser parte de su familia.
Cuando leemos los Evangelios, vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad Él prepara su Iglesia.
La Iglesia, entonces, nace del gesto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que fluye sangre y agua, símbolos de los sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se realiza en amarlo a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado.
Y la Iglesia se manifiesta cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y los empuja a salir y a empezar el camino para anunciar el Evangelio, para difundir el amor de Dios. Por eso, cuando alguien dice: "Cristo sí, Iglesia no", o, "yo creo en Dios pero no en los sacerdotes",… no conocen que es precisamente la Iglesia quien nos lleva a Cristo y nos dirige a Dios, y que la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios.
Por supuesto, también se dan aspectos humanos, en los que formamos parte de ella, pastores y fieles: hay defectos, imperfecciones, pecados: hasta el Papa los tiene, ¡eh! … Pero lo hermoso es que cuando nos damos cuenta de que somos pecadores nos encontramos con la misericordia de Dios: ¡Dios siempre perdona!. No olvidemos esto: ¡Dios siempre perdona! Y Él nos recibe en su amor de perdón y de misericordia.
Algunas personas dicen: "Es hermoso esto: el pecado es una ofensa a Dios pero también una oportunidad… para darnos cuenta de que hay otra cosa más hermosa, que es la misericordia de Dios". Pensemos en ello.
¿Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan bienvenidos y comprendidos, para que se sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva su vida? La fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, y además, Dios nos llama a vivir, …juntos,… nuestra fe, como una familia, como Iglesia.
Pidamos al Señor de una manera especial por nuestras comunidades, por toda la Iglesia, … que cada vez sean más familias las que viven y nos traen el calor de Dios. Gracias.
                                                                                             
Fernando

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