Vayamos a la parábola del Hijo
Pródigo, o mejor dicho, del Padre Misericordioso (Lc 15,11-32). El hijo más
joven sale de la casa de su padre, dilapida todo y decide volver porque se da cuenta
de que cometió un error, pero ya no se considera digno de ser hijo, y piensa
poder ser recibido de nuevo, pero como un siervo. El padre, en cambio, corre a
su encuentro, lo abraza, le devuelve su dignidad de hijo y lo celebra.
El Señor nos quiso mostrar con
esta parábola, el designio de Dios sobre nosotros.
¿Cuál es ese proyecto de Dios?
Es hacer de todos nosotros una única familia de sus hijos, en la que cada uno
se sienta cerca, y amado por Él, que sienta el calor de ser la familia de Dios.
En este gran proyecto encuentra su origen la Iglesia, que nace precisamente de
este plan de amor, que se va desarrollando progresivamente en la historia.
La Iglesia pues, nace de la
voluntad de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su
amistad; es más, a participar, como sus hijos, en su misma vida divina. La misma palabra "Iglesia", del
griego ekklesia, significa "convocatoria": Dios nos convoca, nos
invita a salir del individualismo, de
la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos y nos llama a ser parte de su familia.
Cuando leemos los Evangelios,
vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su
palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta
comunidad Él prepara su Iglesia.
La Iglesia, entonces, nace del
gesto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del
que fluye sangre y agua, símbolos de los sacramentos de la Eucaristía y del
Bautismo. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de
Dios que se realiza en amarlo a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni
medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado.
Y la Iglesia se manifiesta
cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y los
empuja a salir y a empezar el camino para anunciar el Evangelio, para difundir
el amor de Dios. Por eso, cuando alguien dice: "Cristo sí, Iglesia
no", o, "yo creo en Dios pero no en los sacerdotes",… no conocen
que es precisamente la Iglesia quien nos lleva a Cristo y nos dirige a Dios, y
que la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios.
Por supuesto, también se dan
aspectos humanos, en los que formamos parte de ella, pastores y fieles: hay
defectos, imperfecciones, pecados: hasta el Papa los tiene, ¡eh! … Pero lo
hermoso es que cuando nos damos cuenta de que somos pecadores nos encontramos
con la misericordia de Dios: ¡Dios siempre perdona!. No olvidemos esto: ¡Dios
siempre perdona! Y Él nos recibe en su amor de perdón y de misericordia.
Algunas personas dicen: "Es
hermoso esto: el pecado es una ofensa a Dios pero también una oportunidad… para
darnos cuenta de que hay otra cosa más hermosa, que es la misericordia de Dios".
Pensemos en ello.
¿Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo
a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia?
¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan bienvenidos y
comprendidos, para que se sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva
su vida? La fe es un don y un acto que nos afecta personalmente, y además, Dios
nos llama a vivir, …juntos,… nuestra fe, como una familia, como Iglesia.
Pidamos al Señor de una manera
especial por nuestras comunidades, por toda la Iglesia, … que cada vez sean más
familias las que viven y nos traen el calor de Dios. Gracias.
Fernando
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