lunes, 4 de abril de 2016

EL HOGAR Y LA IGLESIA DOMÉSTICA


Presentación: Los llamados al matrimonio construyen un “hogar”, y, los matrimonios cristianos, además, constituyen la llamada “Iglesia doméstica”.
Hablamos de “casarse” y “casamiento” de un hombre y una mujer, cuando al casarse, inician una nueva convivencia, y, entran a vivir en una nueva casa. Es importante buscar el sentido que tiene esta convivencia que se inicia, con la declaración oficial de amor, y la bendición de Dios, en el matrimonio. Los creyentes decimos que el casarnos es el inicio de la “Iglesia doméstica”, o sea, somos una Iglesia que vive en una casa. La casa es pues, el hogar y la morada.
           
I.- EL HOGAR.
Hoy en día, se está creando una nueva situación, que no debiera darse, pero... Poco a poco y sin darnos cuenta, nuestra casa se ha convertido en lo que no debiera ser. Lo que es la casa, lo comprenderemos mejor, cuando contemplamos la realidad que nos sirve de contraste. Para ello, vamos a hablar de los “no-lugares”.

1.- Los “no-lugares”
Este término de “no-lugar”, lo inventó Marco Get. Nos dice: hoy, nuestra sociedad se caracteriza por la existencia de los “no-lugares”. Muchos de los espacios en que nos movemos, sólo tienen que ver con individuos: son lugares para clientes, pasajeros, usuarios, oyentes… Y aquello que los caracteriza, no es donde nosotros adquirimos nuestra identidad personal o social como sería el espacio doméstico, el hogar o el lugar donde uno ha nacido. En esos “no-lugares” se sabe dónde está la entrada o la salida, pero son lugares, donde uno vive en el anonimato absoluto. Marco Get abordó este tema en su librito “Los no-lugares, espacios del anonimato”, cuyo subtítulo es “Una antropología de la sobremodernidad”. Dice Marco Get: Un “lugar” puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico. Y, por consiguiente, llamaríamos “no-lugar” a  un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad, ni relacional, ni histórico.
 Para el ser humano, son muy importantes los “lugares”, sobre todo, todos los lugares, que podríamos decir, de la memoria, por ejemplo, el lugar de nacimiento, el del pueblo donde crecimos, los espacios de la propia educación, de la fe, de la familia. Los lugares, donde uno se ha hecho lo que es, tienen una importancia grande, por ser donde se construye nuestra identidad personal. Sin embargo, esos lugares se pueden perder, con una notable pérdida para el ser humano.
            Estamos en un mundo en el que, cada vez más, se nace en una clínica, se muere en un hospital, en el que se multiplican, a veces, en localidades lujosas y en otras, a veces inhumanas, los puntos de tránsito y las ocupaciones provisionales. Las cadenas de hoteles y las distintas habitaciones ocupadas ,… los lugares de vacaciones, los lugares de refugiados, las barracas miserables destinadas a desaparecer o a degradarse progresivamente, donde se crea una apretada red de medios de transporte que son también espacios habilitados. Por eso tendríamos que preguntarnos ¿qué tipo de mundo es éste, en el que el espacio se ocupa de forma provisional, efímera, como  lugar de paso pero no de memoria,  que no genera  identidad? ¿qué tipo de mundo es éste?
Un “lugar” existe igual que un “no-lugar”. El “lugar” y el “no-lugar” son más bien polaridades imaginarias que se dan en una u otra forma;  pero no confundamos un “no-lugar” con la utopía que nos habla de aquello que todavía no ha tenido lugar o que esperamos ansiosamente. Lo “no-lugar” es lo contrario a la utopía: existe y no postula ninguna sociedad.
            Hablamos de “espacio” cuando nos referimos a una extensión, a una distancia entre dos cosas o dos puntos o una dimensión temporal. Se habla de espacio aéreo, espacio publicitario, espacio verde, hasta se aplica en los automóviles, y hay un Renault Espace.
            Un “no-lugar” es un espacio de esos para pasar, transitar, no permanente, donde no se echa raíces.

2.- El “lugar”
Un “lugar” en cambio, es un espacio para vivir la persona, para relacionarse, para vivir en sociedad, para generar historia, para vivir de verdad, para encontrarse con otras personas. Y esto nos hace pensar en la calidad de nuestro espacio vital, del espacio de nuestra casa, de nuestro hogar y de nuestro pueblo, y de nuestra nación. Puede haber casas que son “lugares”, y puede haber casas que son ”no-lugares”.
La pregunta es ¿cómo es nuestro hogar? Cuando nuestro hogar es una pensión, -más o menos se entiende lo que queremos decir con esta expresión- o sea, un lugar donde uno pasa, donde no hay espacios para el encuentro, en el que cada uno llega a la hora que puede, se encierra en la habitación, ve la TV… eso no es un “lugar”, es un “no-lugar”.
            La casa-lugar es aquélla que, poco a poco, se convierte en espacio para soñar, para hacer posible esa utopía: un espacio generador de personalización, donde cada uno construye y emerge con un rostro propio, donde uno se da cuenta de quién es, y donde uno se siente reconocido en lo que es.
Marco Get concluye su libro, con una invitación a la esperanza. Dice él: un día quizás, vendrá un signo, y, por un efecto de solidaridad en conjunto, el espacio terrestre se convertirá en un “lugar”. Mientras esperamos que esto ocurra, no es seguro que basten las amenazas que pesan sobre nuestro entorno; en el anonimato del “no-lugar” es donde la  experiencia, solitariamente, toma conciencia, y experimenta la comunidad de los destinos humanos. Habrá pues, “lugar” para mañana, y habrá que fijar hoy la guía de la solidaridad.

La gran cuestión que aquí se plantea a quienes se casan, es saber, si la casa que habitan se convierte en “lugar”, o más bien, en un “no-lugar”: si se va convirtiendo en un germen de un “no-lugar”, o,  en génesis de la persona donde uno se construye; o si  permanece en una especie de un “no-lugar” o sitio de alquiler, donde se sabe que está de paso, a donde va simplemente a satisfacer sus necesidades personales, es decir, un ámbito que,  en el fondo, es también, de soledad, de una soledad acompañada, pero en el fondo, una soledad.
Sabemos la ilusión que manifiestan las jóvenes parejas por construir su propia casa –si fuera posible- para poder casarse adecuadamente, y disponer de un espacio más o menos a gusto de los que se casan, confortable, bien preparado y adornado con muchos detalles. Sin embargo, lo más necesario y como primera tarea para todo matrimonio, es hacer de ese espacio un auténtico “lugar”, y  que esa su casa sea  una auténtica “morada”.

3.- La morada: sus notas:
Es un lugar de recogimiento.  
El movimiento por el cual un ser humano edifica su casa, abre y asegura su interioridad, coincide con el movimiento por el cual uno entra en recogimiento. La casa se convierte en un lugar de recogimiento, y no solamente es un lugar de habitaciones: en casa realizamos esa obra tan fantástica de “recogernos”. Lo ideal pues, sería que en la casa hubiera espacios de recogimiento, y que no tuviéramos que salir para recogernos: a lo mejor es lo que nos está pasando un poco ¿no?
El recogimiento, tal como aquí lo entendemos, no consiste en un mero pasar de fuera a dentro; consiste más bien, en volver sobre uno mismo, después de haber salido de nosotros; a veces, tenemos que reencontrarnos después de habernos desparramado un poco: estamos tan metidos en mil cosas que nos desparramamos : de vez en cuando hay que volver a entrar en uno mismo: se recoge quien, tras desparramarse en la acción de los diversos encuentros, se reencuentra, se silencia, y se descubre quién es, en lo más profundo de sí: es entonces cuando encuentra su morada o aquel ámbito donde el recogimiento es posible, sin despistes, sin llamadas exteriores, sin molestias.
El recogimiento, cuando está bien realizado, es fuente de dulzura, de paz, de descanso, de contemplación serena. La pareja de enamorados, o, un matrimonio en alianza para siempre, tienen la gran tarea de construir “su nido de amor” (perdón por la cursilería!): o sea, el lugar donde recogerse como pareja , donde recoger todo aquello que, tanto en el trabajo como en la vida de relación y en la vida material, desparrama. Hay en la casa, un lugar defendido de influencias externas; lugar  en donde es posible encontrarse con la realidad más profunda de uno mismo, y donde poder integrar todo lo que, en el despliegue vital, nos aliena, nos rebaja, nos desparrama.                                                                        (continuará)

                                                                                              Fernando

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