Pese a todo, no hay que desesperar. Porque hemos sido
creados para la vida. Con minúscula y con mayúscula. Todas esas pequeñas
muertes están abocadas a la Vida. Si dejas que lo mejor que hay en ti emerja,
pujante. Si dejas que la tristeza se diluya en un mar lleno de historias, como
si fuera un terrón de sal. Si te niegas a sucumbir a la congoja, por muy
complicadas que sean las circunstancias, y eliges luchar, desde tu humanidad,
tu fe, y sabiendo que no estás nunca solo. Si conviertes al tiempo en tu
aliado, sin dejar que el presente te encierre en su prisión. Si, en la noche oscura, alzas al cielo una plegaria silenciosa y
confiada. Si, humilde, sabes pedir ayuda. Entonces la vida vence.
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