miércoles, 13 de abril de 2016

Opinamos mucho y pensamos poco





Luis Landero ha escrito: «En España se opina mucho y piensa poco». Creo que es cierta la sentencia; siempre, claro está, con honrosas excepciones.
Por norma general, en nuestro país pensamos poco. Opinamos de todo y sobre todo y de todos y sobre todos, pero el pensamiento profundo y sereno es escaso, y así nos luce.
Necesitamos pensar para no caer en la banalidad y vivir de la rutina.
No abrimos nuevos horizontes con solo opinar de las cosas; necesitamos pensarlas.
La opinión no es mala, pero es insuficiente. La opinión suele ser el juicio rápido, derivado de un pensamiento rápido.
Si solo opinamos y no pensamos sobre los acontecimientos, las personas y las cosas, nos movemos en la superficialidad, y esta lo trivializa todo.
Acostumbrémonos a pensar antes de opinar; o, mejor dicho, dediquemos más tiempo a pensar que a opinar. Si así lo hacemos, nos equivocaremos menos y nuestro juicio será más razonable y justo.
Ahora bien, el pensar exige silencio y reflexión. Sin estos dos requisitos solo opinamos precipitadamente y, con frecuencia, nos equivocamos.

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